23 jun 2009

ARTE DE FUMAR


Saborear un buen cigarro puro es comparable a catar un buen vino; así, los fumadores expertos hablan de "degustar" el sabor del humo, ya que las glándulas gustativas son el mejor conductor del placer de un puro. Una calada, en la que se paladean la complejidad y la lograda combinación de los sabores presentes en un cigarro puro, es comparable al placer que provoca un vino excelente o una comida exquisita.

Donde quiera que Ud. se encuentre, no le tomará muc
ho tiempo apreciar que el amante de los puros y habanos vive y convive en ambientes de camaradería. Ese ambiente es mucho más amable, más culto y más perfumado, que el de los fumadores de cigarrillos.
Los cigarros hacen posible disfrutar de una experiencia única, y ello por los siguientes motivos:

• Son muy pocas las variedades de tabaco que se usan para elaborarlo, cuyo cultivo y añejado son extremadamente cuidadosos.
• El proceso de fermentación de las hojas hace que éstas pierdan gran parte de la nicotina.
• Los puros están diseñados para arder a temperaturas muy bajas, es decir, el tabaco no debe carbonizarse ni calentarse exceso ni no se quiere que pierda su suavidad.
• El humo no es un elemento secundario, sino la clave del placer. En él residen el sabor y el aroma de un puro, cuando entra y sale de la boca y deja latente su sabor particular (una sensación no expresable con palabras, sólo en humo, la más efímera de todas las sustancias).
• Respecto al sabor: aunque los cuatro sabores básicos son el dulce, agrio
, salado y amargo, el humo de los puros puede presentar una variedad infinita de ellos (con matices similares a los utilizados por los catadores de vinos: ácido, áspero, suave, fuerte, con cuerpo, rico o equilibrado); un mismo puro puede presentar varios matices de sabor y cada uno de ellos poseer su propio cuerpo e intensidad (haciendo que cada bocanada tenga su propio gusto y regusto). Además, el cigarro puro cambia su sabor a medida que se fuma, e incluso el sabor puede variar si se di
sfruta acompañado de determinadas comidas o licores.
• Pero, aparte del sabor, los puros se pueden disfrutar también con el olfato, la vista y el tacto. En definitiva, un cúmulo de placeres que mantendrán al fumador hechizado toda una vida.

EL ARTE DE FUMAR UN CIGARRO PURO

1º.- Llévese el puro encendido a los labios y, antes de dar la primera
bocanada, sople a través del mismo para expulsar todo sabor desagradable producido por el encendido.

2º.- hecho esto, llene su boca con el humo frío y reténgalo sin inhalarlo; retire el puro de la boca y su
éltelo lentamente; antes de dar la siguiente bocanada, aguarde unos instantes.

3º.- no fume precipitadamente, sino a intervalos de un minuto más o menos para que el puro no se apague.

4º.- cuanto más rápido fume menos placentera será la experiencia, ya que el puro de calentará en exceso y tendrá un sabor amargo.

5º.- la cabeza del puro debe estar lo más seca posible, por lo que evitará tenerlo en la boca demasiado tiempo (no lo masque ni lo sostenga entre los dientes mientras esté realizando otra actividad); un puro húmedo empieza a perder sabor cuando el alquitrán y la nicotina se mezclan con la saliva; no lo sostenga en la boca más de tres minutos durante la fumada.

6º.- el sabor que tiene la primera mitad del puro es distinta a la de la segunda, la cantidad de humo aumenta y el sabor se intensifica, lo que no siempre es positivo.
Este momento se produce tras haber fumado una tercera parte del puro (los fumadores expertos perciben el momento en que el puro ha desprendido su verdadera esencia y lo apagan satisfechos, antes de llegar a ese momento; otros, que nunca abandonan, acabarán por tener una sensación desagradable en la boca, cuando el sabor del puro llegue a su máxima agrura); asimismo, el olor que desprenderá no hará más que justificar las quejas de los que se oponen al fumar.

7º.- sujete el puro suave pero firmemente; no lo aplaste con los dedos como un cigarrillo (a fin de
no deteriorarlo y obstruir el tiro); debe utilizar el dedo pulgar, el índice y el corazón.

8º.- para sacudir la ceniza acumulada, tome una calada a fin de encender el pie y dé un golpecito en el cenicero; lo ideal es dar un golpe seco que deje al descubierto el pie del puro encendido.

9º.- el cenicero debe ser el lugar final de reposo de un puro; déjelo apagar por sí solo, se consumirá rápidamente y generará el mínimo olor; apagándolo con los dedos o aplastándolo sobre el cenicero, solo esparcirá más restos de tabaco y, con ellos, humos desagradables. El olor a puro fumado y frío no es, precisamente, una fragancia y, por ello, es aconsejable no dejar los puros acabados en lugares cerrados; además, el maravilloso y largo proceso de elaboración de un cigarro puro merece nuestro respeto y consideración, por eso déjelo morir dignamente en el cenicero.

10º.- a veces, fumar se torna complicado: a) puede que el puro no tire bien (por una ligada demasiado prieta, al haberse formado un andullo en la tripa que bloquee el trayecto del humo o por exceso de humedad), entonces su sabor es inferior y tiene tendencia a apagarse. b) un puro con poca tripa corre el riesgo de quemarse y resultar áspero, a causa de la gran cantidad de humo que generará en muy poco tiempo. c) puede que un puro se consuma con demasiada rapidez y de modo no uniforme alrededor de la capa, bien a causa de una pobre elaboración o de una humectación inadecuada. Ante estas situaciones, lo mejor es transmitir sus quejas al tabaquero que se los vendió y, en tanto, encender otro puro, pues el tiempo reservado para fumar es tiempo perdido si lo emplea en otra cosa.

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